Lo urgente y lo importante

Desde hace un tiempo hemos venido hablando de las prioridades, de las distracciones y de las diferentes estrategias a seguir para evitar desviarnos de aquellas cosas que aportan «valor añadido» a nuestra vida. Sin embargo, hay un par de conceptos de capital importancia que normalmente o pasan desapercibidos o se pierden en el mar de «ocupaciones» que llenan nuestros días.

Se trata de las palabras Urgente e Importante. Normalmente, y gracias a la velocidad en la que nos desenvolvemos hoy en día, son dos términos que tienden a confundirse peligrosamente, desencadenando consecuencias de gran alcance.

En otras palabras, lo urgente termina volviéndose importante y viceversa! Sin embargo, qué es «importante» y qué es «urgente» para ti?

El término «importante» se refiere a aquellas actividades en las que invertimos tiempo y esfuerzo para lograr efectos positivos, de larga duración y significativos para nuestra vida. En otras palabras, aquellos proyectos o ideas que enriquecen nuestra experiencia vital. Algunos ejemplos podrían ser escribir un libro, aprender un idioma, cultivar amistades, la meditación, el auto-conocimiento, el desarrollo personal o simplemente, pasar tiempo con nosotros mismos.

Por contra, la palabra «urgente» se refiere a aquellas actividades que sin aportar efectos a largo plazo o significativos a nuestra experiencia vital, requieren de nuestra atención inmediata para resolverlas o gestionarlas. Algunos ejemplos: hay que llamar al fontanero porque un tubo de agua se ha roto, la reparación del coche porque no arranca, atender una llamada inesperada de un conocido para resolver un problema, etc.

La diferencia fundamental entre ellos es el aporte de valor que pueden proporcionarnos. Evidentemente, los asuntos urgentes en la mayoría de las ocasiones deben ser gestionados con prontitud. Sin embargo, muchas veces se apropian de los recursos, la energía y el tiempo que podríamos destinar a lo importante.

¿Y cómo identificamos cada cosa? Es esencial determinar previamente lo que para nosotros es real y verdaderamente importante para no perderlo de vista. Una buena manera de saberlo es percibir el grado de satisfacción a largo plazo que nos proporciona. Generalmente, la sensación de logro al resolver algo urgente no dura mucho tiempo y volvemos al punto inicial de insatisfacción del que partimos. Con esto podremos saber si nuestros días se consumen ocupándonos de lo urgente, mientras que lo importante o relevante se va quedando desatendido.

Una buena técnica para evitar dejar atrás lo que significativo es destinar un tiempo fijo cada día para trabajar en ese proyecto o cultivar esa habilidad, sea cual sea, que nos interesa adquirir o mejorar. El resto del tiempo podemos manejarlo de tal forma que podremos ocuparnos de lo urgente sin sentir que no hemos avanzado para acercarnos a nuestras metas particulares. El concepto de los MITs cobra especial relevancia en este enfoque.

¿Y tu, dedicas más tiempo a lo importante o a lo urgente?

El Ganar – Ganar y su verdadera aplicación

Nuestro post de hoy está a cargo de Ibor Rodriguez, un CIO y blogger que investiga cómo mejorar la productividad y su propia vida a través de distintas y variadas técnicas, y que nos hablará sobre el principio del ganar-ganar, o de la cooperación en lugar de la competición. Le cedemos la palabra:

Supongo que para todos aquellos que hayan leído a Stephen R. Covey, y sus «7 hábitos de las personas altamente efectivas», ya sabrán de lo que estoy hablando. Del cuarto principio, el de Ganar Ganar.

Consiste en que ante una negociación cliente-proveedor (podríamos trasladarlo a casi cualquier ámbito: marido-mujer, padre-hijo, jefe-subordinado, amigo-amigo,….) o relación, ambas personas pueden ganar, y no tiene que ganar uno y perder otro, o , como sucede en algunos casos, perder ambos.

Personalmente comparto con Covey la convicción de que Ganar-Ganar debe de ser la opción cuando dos partes (o empresas) tienen alguna negociación o trabajan juntas en un proyecto, pero últimamente estoy viendo a sujetos que, haciendo un uso incorrecto de este principio, intentan convencer al prójimo de que su producto es el mejor, o de que si vamos juntos en un proyecto concreto, ambos saldremos ganando, cuando el que gana casi siempre, es él.

Pongamos un ejemplo: un Proveedor viene a venderte un producto (una taza de plástico), y te dice «date cuenta de que si me compras esta taza, sales ganando. Ganas tu porque te llevas un buen producto y podrás beber el agua mucho mejor, salgo ganando yo porque ganaré dinero, y gana a la vez el fabricante al cual se lo he comprado». Esto, NO es ganar-ganar…. es un argumento más de vendedor para ganar él. No salen beneficiados ni el fabricante ni nosotros, el cliente.

Lo más importante en el principio de ganar-ganar, es que sea de corazón, que salga desde dentro, no que sea un enfoque oportunista para convencer al cliente/proveedor. Se debe de tener claro que en este mundo, hay pastel para todos, siempre y cuando no seamos codiciosos en extremo.

El que lo logremos, no se consigue de un día para otro, pero si comenzamos por creer en ello, aunque sea un poquito, y cada día aportamos más, y más, conseguiremos al final que sea algo totalmente interiorizado, y nos daremos cuenta de que el principio ganar-ganar, es una de las cosas más acertadas de nuestra vida.

Adoptando una dieta baja en información

Una de las «quejas» más frecuentes que escuchamos de nuestros clientes o asistentes a seminarios, es que no son capaces de gestionar adecuadamente el creciente volumen de información al que se enfrentan cada día. Que la cantidad de sitios web, noticias, programas de televisión, artículos de prensa o revistas, tweets, posts en Facebook o cualquier red social, opiniones de amigos y/o familiares y en general, cualquier fuente de información a la que estén expuestos, es demasiado para poder asimilar todo aquello supuestamente importante que «debemos saber» para no «quedarnos atrás».

La sensación que queda al no poder «estar al día» es muy similar en todos los casos: frustración, cansancio extremo, mal humor y hasta síntomas físicos (dolor de cabeza, desaliento general, fatiga crónica y problemas estomacales). Lo paradójico es que, entre más esfuerzo hacemos por «estar informados», aumenta de manera directa la cantidad de fuentes a las que supuestamente «debemos» prestar atención, lo que convierte a la situación en un círculo vicioso.

Tim Ferriss, un conocido «marketer», que se ha hecho famoso por sus experimentos para simplificar y mejorar la experiencia vital, habla de una «dieta de baja información», en la que limitamos la ingesta de datos a procesar, para poder darle tiempo a nuestro cerebro de digerir el atasco informativo que hemos generado a lo largo de mucho tiempo, y sobre todo, poder escoger lo que es realmente relevante para nosotros.

¿Son tan importantes todos y cada uno de los correos que recibimos a diario? ¿Es realmente necesario twitear sobre todas y cada una de nuestras actividades? ¿Aporta algo significativo es seguir minuto a minuto lo que ocurre en Facebook o cualquier red social? ¿Es imprescindible conocer todos y cada uno de los detalles de las últimas noticias? ¿Nos interesa leer hasta el último post de nuestro agregador de noticias?

Una vez que comenzamos a cuestionar estas decisiones, podremos escoger lo que nos interesa y dejar atrás, sin culpa, lo que no. Hace un tiempo, realizamos un experimento que consistía en permanecer 30 días sin recibir ningún tipo de noticia: no periódicos, no revistas, no televisión, no radio, no blogs, no páginas de noticias por internet. ¿El resultado? Todos sobrevivimos con éxito y el nivel de tranquilidad y calma aumentó de manera significativa entre los participantes.

Puedes comenzar disminuyendo la frecuencia de uso del correo electrónico, consultándolo 2 veces al día nada más. Si eres usuario de redes sociales, entra y consulta el estado una vez al día durante 15 minutos máximo. Y sobre todo, se consciente del tiempo que estás invirtiendo en estas actividades y el coste a nivel energético y de estado de ánimo que puede tener.

¿Sabes cuanto necesitas?

Una de las discusiones o temas recurrentes en nuestra sociedad del consumo, es la falta crónica de dinero y tiempo libre. Nos encontramos a donde quiera que vamos con quejas sobre el bajo salario y la falta de sueño, tiempo para no hacer nada, los niños, las aficiones, los viajes, etc. Sin embargo, el desenfrenado ritmo en el que nos movemos pocas veces nos deja ver si todo aquello que hacemos tiene sentido y si lo necesitamos realmente.

La carrera en la que la sociedad nos ha incluído, casi siempre sin darnos cuenta, nos aboca a tener y consumir, sin percatarnos de lo que realmente necesitamos. Si traducimos esto a términos puramente monetarios, puede que nos llevemos una sorpresa. ¿Realmente necesitamos ese coche en concreto, vivir en determinado lugar pagando una cierta hipoteca, viajar todos los años a un sitio en especial, o más aún, viajar todos los años? ¿Todas nuestras posesiones nos proporcionan placer y satisfacción? ¿Usamos todo lo que tenemos? ¿Sabemos cuanto gastamos en realidad para mantener el «nivel de vida» que llevamos?

Aparte de los gastos fijos, que pueden o no ser sujetos a reducciones, optimizaciones o eliminaciones, la parte variable de nuestro presupuesto familiar está siendo utilizada para maximizar el placer / satisfacción o simplemente gastamos sin ton ni son a ver si «nos suena la flauta», como dice un viejo adagio? ¿Nos concentramos en lo que nos proporciona una mayor cantidad y calidad de disfrute o vamos picando aquí y allá a ver si encontramos algo que realmente nos llene?

El saber con exactitud cuanto necesitamos para vivir y estar tranquilos resulta clave, al permitirnos medir con precisión el esfuerzo necesario para obtener los recursos adecuados en términos monetarios y de tiempo, e impidiendo que «hagamos más esfuerzo de la cuenta» para conseguir lo que realmente disfrutamos. ¿Para qué trabajar con el objetivo de conseguir 100 si en realidad necesitamos 60 para vivir confortable y tranquilamente? ¿Qué pasaría si decidiéramos consumir responsablemente y/o cambiáramos dinero por tiempo o satisfacción, en forma de experiencias o vivencias?