Sobre las emociones

Cuando se habla sobre lo que diferencia al ser humano de los otros seres sensibles del planeta, se menciona mucho la capacidad de sentir, en concreto, las emociones y el poder reaccionar con una amplia gama de sentimientos hacia diversas situaciones: la risa, la furia, la ira, la alegría, la tristeza, la rabia, el enfado, la impasibilidad y muchas otras que sería largo mencionar. Sin embargo, cuando dejamos que estas manifestaciones se apropien de nuestra voluntad y nos creemos aquello de «estoy enfadado», «estoy triste» o «estoy alegre», dejamos de ver la verdadera naturaleza de las emociones: su fugacidad y alta volatilidad, asociándolas además con todo nuestro ser.

La mente es la que produce y genera todo tipo de información que asociamos automáticamente con la totalidad de nuestro ser. Con un simple ejercicio, el de «disociar» lo que «piensa» la mente y nuestra verdadera naturaleza, nos podemos separar de los efectos negativos de una emoción agresiva que se apropia de nosotros. Cómo se hace? Simplemente al experimentar cualquier emoción, nos decimos «mi mente piensa que estoy enfadado», con lo que quitaremos hierro a cualquier situación que haya creado nuestra mente y que atente contra nuestro propio equilibrio.

Para las emociones positivas, podemos escoger donde y cómo queremos experimentarlas, y no simplemente dejarnos llevar ciegamente por la euforia de un momento dado. Esta capacidad de decidir es lo que constituye la verdadera libertad del individuo: el no ser esclavo de ningún tipo de emoción, por intensa o recurrente que sea.

Y para terminar, una asociación que puede ser útil a la hora de valorar los pensamientos en su justa medida: «Las emociones son como los fuegos artificiales: cuando llegan y ocurren, hay mucho ruido, luces y colores. Pero un segundo después, se desvanecen en la oscuridad y no queda absolutamente nada».

Sobre la realidad

En un post anterior sobre el propósito vital, terminaba preguntando sobre si considerábamos la vida como una sucesión de eventos sobre los que no teníamos ningún control o si por el contrario, trabajábamos activamente por construir una realidad como la que queríamos vivir o experimentar.

De este cuestionamiento se derivan dos preguntas interesantes: ¿qué es la realidad? o, por otra parte, ¿sabemos cual es la realidad en la que deseamos vivir?

Bruce Lee, ese «artista de la vida» que invirtió casi la totalidad de su corta existencia en buscar su propio método vital, nos da algunas ideas sobre este concepto:

«El enfoque occidental de la realidad se plasma en gran medida a través de la teoría, y la teoría comienza por negar la realidad: hablar de la realidad, darle vueltas a la realidad, captar cualquier cosa que atraiga nuestros sentidos, intelectualizarla y abstraerla de la realidad misma»

¿Cuantas veces hablamos de una realidad que no conocemos de manera experiencial? ¿O de la que simplemente hemos escuchado algo y por ese simple hecho, nos convertimos automáticamente en expertos en la materia, sin siquiera saber de qué se trata en concreto? Esta negación sistemática del entorno en el que vivimos y percibimos impide de manera muy eficaz que apreciemos la vida tal y como es, lo que nos lleva a la siguiente cita:

«Lo que ES resulta más importante que lo que DEBERÍA SER. Casi todas las personas observan lo «que es» pensando en cómo «debería ser».

¿Suena familiar? Lo normal es vivir en un mundo de frustraciones porque las personas no hacen lo que «deberían», el mundo no funciona como «debería» o mi percepción de la realidad es lo que «debería» ser, enfoque este que es un camino seguro y estable hacia una vida llena de frustraciones y sinsabores.

El simple hecho de aceptar la realidad tal como se presenta, sin filtros ni valoraciones, nos permite «desintoxicarnos» y dejar de lado la forma más sutil de auto-agresión, que es la de querer cambiar todo eso que no nos gusta de nosotros mismos, y por extensión, del mundo, sin haber aceptado que ello es LO QUE HAY Y LO QUE ES. El primer paso para cualquier proceso de modificación de conductas es ACEPTAR que están ahí, y seguidamente decidir si queremos dejarlas estar o cambiar algo de sitio.

Una vez que somos capaces de observar sin valorar, es posible saber, poco a poco, lo que deseamos en realidad, sin estar influídos por nuestras creencias limitadoras que normalmente nos llevan hacia lugares poco agradables, que casi siempre aceptamos sin rechistar demasiado, porque, ahora si (paradojas de la vida, «es lo que hay».

¿Eres capaz de observar la realidad tal como es, o te cuesta separar tus ideas preconcebidas de como ocurren las cosas en el mundo? La paciencia, la compasión y el equilibrio interior, alcanzable a través de periodos de soledad y meditación, son herramientas fundamentales para lograrlo.

(Citas extraídas de «Pensamientos Extraordinarios». Bruce Lee, compilado por John Little. Ed. Dojo. Págs. 35 y 36).