El dinero y tu: historia de una relación

Los dos posts anteriores suscitaron una serie de reacciones interesantes sobre la relación que cada persona tiene con el dinero, ya que nuestra opinión y manera de gestionarlo reflejan claramente nuestras creencias y valores al respecto.

El dinero hace parte de la vida de las personas desde hace mucho. Sin embargo, esto no significa que seamos capaces de relacionarnos de manera sana con él. ¿Y qué es una «manera sana», preguntarán muchos y muchas? El poder ver al dinero como un medio y no como un fin podría ser una buena aproximación. También podría ser el no verlo como «un mal necesario» o «algo que hay que tener».

Sin embargo, muchos de los conceptos que tenemos con respecto al dinero, al tenerlo o no, al poder generarlo o no, vienen de nuestros hogares: ideas preconcebidas que nos fueron transmitidas sin que apenas nos diéramos cuenta por nuestros padres o quienes se hicieron cargo de nuestra educación o crianza. Como no existía ningún filtro y replicamos lo que vemos sin apenas cuestionarlo (ya que esta habilidad crítica se desarrolla con la edad), nos hemos quedado con creencias que posiblemente no se correspondan con el estilo de vida que queremos llevar.

El cuestionar dichas creencias nos ayudará a saber por qué gastamos de más, no sentimos que estemos bien retribuidos a nivel monetario por nuestro trabajo o incluso la sensación de no tener nunca suficiente para satisfacer nuestras necesidades y deseos. El dinero no es bueno o malo «per se». Lo que hace la diferencia es la actitud de quien lo tiene, consigue o gestiona, y estará disponible para aquel o aquella lo aprecie como un medio.

Algunas preguntas para pensar:

¿Como se expresaban / expresan mis padres cuando hablaban de dinero?

¿Cuando obtuve mi primer «salario»?

Cuando no dispongo de dinero, ¿pienso que tengo mala suerte, que no lo merezco o que simplemente no puedo conseguirlo, o comienzo a idear estrategias para tenerlo y disfrutarlo?

¿Sé cuanto ingreso y cuanto gasto en realidad en un momento dado?

De las cantidades que gasto, ¿cuales de ellas son para satisfacer mis necesidades y cuales por hábito o con un alto componente social?

Cuando recibo dinero de manera inesperada, ¿pienso en qué podría comprar o tengo la idea de generar más?

¿Percibo el dinero como algo bueno y positivo o malo y negativo?

¿Qué entiendo por escasez? ¿Y por abundancia?

Estos interrogantes nos pueden dar un buen punto de partida para evaluar con objetividad la relación que tenemos con el dinero y poder modificarla para que coincida con nuestra visión personal del mundo.

Gestionando bien el dinero (II)

En el post anterior, hice una pequeña introducción sobre una sencilla técnica para saber cuanto dinero gastábamos en un periodo determinado. Una vez que hemos determinado la cantidad exacta que gastamos, y tenemos el hábito de anotar todos y cada uno de los movimientos monetarios que hacemos, es tiempo de analizar los diferentes items de la lista.

Con el simple hecho de controlar el gasto apuntándolo, podemos tener una idea general de en qué estamos invirtiendo el dinero y sobre todo, darnos cuenta de ciertos gastos que cuando se hacen pasan desapercibidos. Una vez los totalizamos en papel, podemos ver toda su magnitud sin lugar a equívocos.

Un problema habitual son las tarjetas de crédito. Son una forma «indolora» y «rápida» de gastar sin darnos cuenta, ya que no se produce un gasto inmediato en nuestras reservas de dinero. Sin embargo, el no ser conscientes de la cantidad y sobre todo, de nuestra capacidad de pago, puede causarnos serios problemas a final de mes. Una buena estrategia es emplearlas solamente para emergencias o gastos importantes sobre los que tengamos respaldo, es decir, fondos suficientes para pagarlos. Vale la pena apuntar que los intereses de uso al aplazar los pagos son bastante altos, lo que no contribuye a nuestro objetivos de reducir gastos.

Las compras por internet también pueden ser especialmente problemáticas, porque al no existir un esfuerzo asociado (tener que ir a un lugar físico, tomar el dinero, pagar y recibir el artículo), el cerebro no asocia la operación de pago con la tarjeta de crédito como algo consumado. De ahí el éxito de las iniciativas de micro-pagos, como el caso de la tienda de música y aplicaciones de Apple: es fácil gastarse mucho dinero si no somos conscientes de que todo se acumula con el tiempo! (Pequeñas compras de 70 ó 90 céntimos pueden llegar a cientos de euros sin darnos cuenta, si no las controlamos).

Cuando hemos puesto en papel los gastos y diferenciado por rubros, podemos por fin comenzar a ver cómo reducir el volumen de dinero que pagamos por determinadas cosas. Hábitos tan sencillos como llevar al supermercado una lista de la compra cerrada con únicamente lo que necesitamos, ir a comprar una vez a la semana o ir sumando el valor de los artículos a medida que los ponemos en el carro, nos ayudarán a controlar el total invertido en estas compras.

En el caso de ciertos servicios como el teléfono móvil, es importante tener alternativas: las llamadas entre teléfonos fijos (al menos en España) son gratuitas, por lo que podríamos emplearlos en lugar del móvil. Si tenemos algún smartphone (iPhone, Android o similar) con plan de datos, podemos usar aplicaciones gratuitas o de muy bajo coste como Skype, WhatsApp o HeyTell para comunicarnos con quienes necesitemos sin pagar más. Por último, si nos vemos forzados a hablar por el móvil, el controlar el tiempo y ser conscientes del valor de cada minuto y del establecimiento de llamada, ayuda a acortar las conversaciones innecesarias. Mi padre solía decir que a veces es mejor quedar con alguien para conversar en persona que gastar en teléfono diciendo lo mismo. (que es, normalmente, más caro)

Por último, los servicios públicos también son objeto de ahorro: el apagar luces innecesarias, usar bombillas de bajo consumo y luz natural, abrigarnos para encender la calefacción sólo lo necesario, cerrar el grifo mientras nos lavamos los dientes, nos enjabonamos o enjabonamos los platos, usar una botella dentro del depósito del water para ahorrar un litro o más de agua en cada descarga y no dejar los electrodomésticos conectados si no los estamos usando (evitar el modo standby: la famosa lucecita roja o el modo de hibernación de los ordenadores), puede incidir de manera importante en el monto de la factura.

De esta manera podremos reducir de manera importante nuestros gastos y sobre todo, controlar en qué invertimos el dinero. ¿Alguna otra idea sobre el particular? Me encantaría conocer vuestros comentarios!

Gestionando bien el dinero (I)

Justo en esta época las personas han tenido que prestar más atención al dinero, de donde sale, a donde va y sobre todo, en qué lo invierten. Y no se trata única y exclusivamente de mover cualquier cantidad que exista en el banco o de la cual se disponga en efectivo. En realidad podemos ir más allá y descubrir mucho sobre nosotros mismos a través de nuestros hábitos de compra.

La crisis ha acentuado la creatividad. Donde antes se tiraba y se reponía, ahora se remienda, se alarga, se tiñe y en general, se hace un uso más creativo de los muchos o pocos recursos de los que podamos disponer. Sin embargo, si no sabemos con exactitud que ocurre con esas cantidades que percibimos o gastamos, la mayoría de nuestros esfuerzos serán en vano.

Me explico: la mayoría de las personas se quejan de no «llegar a fin de mes», de no poder cumplir con sus obligaciones o de simplemente no poder disfrutar de alguna actividad de ocio por falta de recursos. Sin embargo, si les preguntamos en qué gastan su dinero, la mayoría no sabría responder más que con afirmaciones genéricas: «en comida», «en el alquiler», «el móvil». La siguiente pregunta es cuanto gastan en cada una de estas cosas. Para ciertos gastos periódicos, es relativamente fácil contestar (el alquiler, la letra del piso o del coche, por ejemplo), pero para otros gastos no tanto.

Lo importante, antes de adoptar cualquier medida de contención, es saber CUANTO Y EN QUÉ GASTAMOS en realidad. La mejor y más sencilla forma de hacer esto es anotando todos y cada uno de los gastos en los que incurrimos en el momento en que se producen. Que vamos al cine? Lo apuntamos. Hacemos la compra? Lo apuntamos. Hemos comprado el pan? Lo apuntamos. Si hacemos este ejercicio durante una semana, tal vez nos sorprendamos al saber a donde se va nuestro dinero en realidad.

No hace falta nada especial. Con una pequeña libreta y un bolígrafo basta. Apuntaremos la fecha, el importe y el concepto del gasto. Nada más. El secreto consiste en hacerlo en el momento. No vale decir «ya lo apuntaré», porque lo más probable es que se nos olvide. Podemos incluso guardar las facturas o recibos para contrastar más adelante si lo que hemos apuntado es correcto. Al cabo de una semana, podemos trasladar nuestras observaciones a una hoja de cálculo y ver, por rubros o conceptos, a donde se va el dinero.

En el próximo post hablaré de qué hacer para optimizar el dinero que recibimos.