Objetivos, Persistencia y Aburrimiento

Muchas veces nos encontramos con unos deseos enormes de emprender un camino nuevo, sea para modificar nuestro físico, ampliar o cultivar nuestro intelecto o simplemente, porque nos sentimos cansados o sin energía, y decidimos hacer algo al respecto. Ahora es más fácil que nunca encontrar todo tipo de información sobre cómo, cuando y donde hacer lo que necesitamos para alcanzar la meta que nos hemos propuesto.

Sin embargo, al poco tiempo de haber comenzado, la voluntad comienza a flaquear, hasta que poco a poco el aburrimiento hace acto de presencia, y dejamos lo que hemos emprendido para volver a nuestro viejos patrones, sintiéndonos frustrados y con aún menos ganas de volver a intentarlo. Esto aplica para cualquier tipo de actividad que pretenda reconfigurar nuestras redes neuronales para crear nuevos hábitos: dietas, aprender un idioma, hacer ejercicio, etc.

Mucho se ha escrito sobre la procrastinación (el aplazar lo que nos asusta o no queremos hacer indefinidamente), la mejor manera de adquirir disciplina, el comenzar dando un pequeño paso y otro sinfín de técnicas que atacan uno u otro aspecto del problema, sin llegar a solucionarlo del todo.

Desde nuestro punto de vista, esta falta de atención y disciplina (o como quiera que se llame), mina la persistencia hasta el punto de hacernos muy vulnerables a cualquier tipo de distracción como una válvula de escape para disminuir la resistencia que nuestros viejos caminos neuronales oponen a cualquier tentativa de cambio o mejora. En otras palabras, el entorno hiperconectado que ha creado la necesidad de estar comunicados en tiempo real para reducir la sensación de aislamiento y soledad, ha hecho que no podamos centrarnos en una actividad concreta durante mucho tiempo, ante la «urgencia» de obtener información que creemos «vital» para nuestra supervivencia o para continuar manteniendo nuestro status dentro del grupo o grupos a los que pertenecemos.

Les propongo un experimento: ¿qué pasaría si durante unos días escogieran las actividades que quieren realizar y se comprometieran a dejar las distracciones a un lado? Por ejemplo, programar los días con un número finito de actividades y no consultar los medios de «distracción» habituales (internet, televisión, radio, prensa, etc.) si no es estrictamente necesario para completar las actividades que nos hemos planteado. La idea es concentrarnos por completo en las actividades que hayamos escogido de antemano, impidiendo que el exceso de información nos saque del «estado de flujo» que pretendemos crear.

Si aparecen signos de aburrimiento, muy probablemente serán síntomas del «síndrome de abstinencia» de información. Cómo lidiar con ello? Simplemente realizamos otra de las actividades que hemos elegido, sin salirnos del «programa», observando cuando, cómo y donde aparece la sensación de ansiedad o hastío. Con esto podremos identificar cual es el patrón subyacente y evitarlo o gestionarlo adecuadamente cuando ocurra, sabiendo que podemos cambiar de actividad siempre y cuando la siguiente opción se encuentre en nuestra lista.

¿En qué crees?

Es curioso ver cómo cada día nos levantamos y emprendemos la «marcha» sin apenas pensar en la razón intrínseca de por qué hacemos lo que hacemos. Si dejamos de lado el factor de satisfacer las necesidades básicas (techo, alimentación y vestido), y analizamos detenidamente todas y cada una de nuestras actividades con lupa, es muy posible que nos llevemos una sorpresa: la mayoría de las actividades que emprendemos son costumbres heredadas o aprendidas sin que nos demos cuenta.

«Claro!», dirán algunos/as, «es la única manera de poder emprender una nueva actividad!», lo cual es cierto, sin embargo, ¿donde queda nuestro gusto original? ¿La llamada pasión, ese deseo indescriptible de realizar algún trabajo o actividad artística? ¿Se aprende o ya lo llevamos con nosotros? Lo más probable es que en la sociedad actual, donde no hay tiempo para reflexionar ni «pararse a pensar», la primera opción sea la más obvia. Sin embargo, en las condiciones adecuadas, ¿surgirá el deseo innato de hacer algo en concreto, sin que hayamos sido expuestos de ninguna manera a estímulos que nos hagan pensar que eso es lo que queremos?

Es una pregunta de difícil respuesta. De todas formas, el ser capaces de poder discernir lo que es «moda» o «lo que hay que hacer» de nuestros gustos verdaderos es un trabajo interesante aunque complejo. El descubrir lo que realmente nos mueve y nos hace vibrar, haciéndonos olvidar de todo lo demás y que experimentemos la sensación que el tiempo se detiene, es lo que de verdad es propio y nuestro. Puede que se parezca a lo que hacen muchas otras personas, pero casi siempre tendrá un toque personal único e irrepetible que lo hará plenamente propio.

Para terminar, un buen punto de partida, aunque suene paradójico, es preguntarse si todo lo que haces, dices o te gusta es tuyo o lo has «adoptado» sin darte cuenta: expresiones, programas de televisión, tipo de música, material de lectura, hábitos deportivos y de alimentación… El comenzar a cuestionarlo todo es la puerta de entrada para un profundo auto-conocimiento que puede llevarnos a la libertad: esa situación donde podemos elegir sin miedo ni condicionantes de ningún tipo. ¿Te atreves?

Lo urgente y lo importante

Desde hace un tiempo hemos venido hablando de las prioridades, de las distracciones y de las diferentes estrategias a seguir para evitar desviarnos de aquellas cosas que aportan «valor añadido» a nuestra vida. Sin embargo, hay un par de conceptos de capital importancia que normalmente o pasan desapercibidos o se pierden en el mar de «ocupaciones» que llenan nuestros días.

Se trata de las palabras Urgente e Importante. Normalmente, y gracias a la velocidad en la que nos desenvolvemos hoy en día, son dos términos que tienden a confundirse peligrosamente, desencadenando consecuencias de gran alcance.

En otras palabras, lo urgente termina volviéndose importante y viceversa! Sin embargo, qué es «importante» y qué es «urgente» para ti?

El término «importante» se refiere a aquellas actividades en las que invertimos tiempo y esfuerzo para lograr efectos positivos, de larga duración y significativos para nuestra vida. En otras palabras, aquellos proyectos o ideas que enriquecen nuestra experiencia vital. Algunos ejemplos podrían ser escribir un libro, aprender un idioma, cultivar amistades, la meditación, el auto-conocimiento, el desarrollo personal o simplemente, pasar tiempo con nosotros mismos.

Por contra, la palabra «urgente» se refiere a aquellas actividades que sin aportar efectos a largo plazo o significativos a nuestra experiencia vital, requieren de nuestra atención inmediata para resolverlas o gestionarlas. Algunos ejemplos: hay que llamar al fontanero porque un tubo de agua se ha roto, la reparación del coche porque no arranca, atender una llamada inesperada de un conocido para resolver un problema, etc.

La diferencia fundamental entre ellos es el aporte de valor que pueden proporcionarnos. Evidentemente, los asuntos urgentes en la mayoría de las ocasiones deben ser gestionados con prontitud. Sin embargo, muchas veces se apropian de los recursos, la energía y el tiempo que podríamos destinar a lo importante.

¿Y cómo identificamos cada cosa? Es esencial determinar previamente lo que para nosotros es real y verdaderamente importante para no perderlo de vista. Una buena manera de saberlo es percibir el grado de satisfacción a largo plazo que nos proporciona. Generalmente, la sensación de logro al resolver algo urgente no dura mucho tiempo y volvemos al punto inicial de insatisfacción del que partimos. Con esto podremos saber si nuestros días se consumen ocupándonos de lo urgente, mientras que lo importante o relevante se va quedando desatendido.

Una buena técnica para evitar dejar atrás lo que significativo es destinar un tiempo fijo cada día para trabajar en ese proyecto o cultivar esa habilidad, sea cual sea, que nos interesa adquirir o mejorar. El resto del tiempo podemos manejarlo de tal forma que podremos ocuparnos de lo urgente sin sentir que no hemos avanzado para acercarnos a nuestras metas particulares. El concepto de los MITs cobra especial relevancia en este enfoque.

¿Y tu, dedicas más tiempo a lo importante o a lo urgente?